La última escala de nuestro crucero por las Antillas era en la isla de Sint Maarten, la razón por la cual habíamos decidido hacer ese viaje con la niña. La isla de Sint Maarten es famosa por tener una playa, Maho Beach, por la que los aviones pasan tan cerca que casi los podrías tocar porque el aeropuerto está justo al lado.
DÍA 8
Nuestro barco llegó a Philipsburg, la capital de la zona sur de la isla, poco antes de las 7.00 horas. Así que un día más nos levantamos temprano y desayunamos deprisa porque estábamos deseando salir a descubrir la isla.
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Sint Maarten tiene otra curiosidad además de la famosa playa: es una isla dividida en dos partes desde el siglo XVII: la norte es territorio francés y su capital es Marigot, y la parte sur es territorio del Reino de los Países Bajos. De hecho, Sint Maarten es el nombre de la isla de la parte neerlandesa, mientras que la parte norte se llama Saint Martin y al ser territorio francés, forma parte de la UE.
Esta isla fue descubierta por Cristóbal Colón en su segundo viaje a América en 1493 y la llamó San Martín, porque fue descubierta el día de San Martín de Tours (11 de noviembre). Cuando los españoles decidieron abandonar la isla en el siglo XVII, se la repartieron franceses y holandeses.
Otras curiosidades:
- Idioma: el neerlandés y el inglés son los idiomas oficiales en la parte sur de la isla, mientras que el francés es el idioma oficial en la parte norte.
- Moneda: el euro es la moneda de la parte norte, mientras que en el sur es el Florín Caribeño, aunque tanto el euro como el dólar estadounidense son aceptados sin problemas. De hecho, en Philipsburg, nos encontramos los precios en las tiendas en dólares estadounidense.
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Contenidos del post
Qué ver en Sint Maarten en una escala de crucero
Nosotros nos centraremos justo en la parte sur de la isla que es donde está Philipsburg y donde se encuentra Maho Beach, la famosa playa de los aviones. Lo que haremos será en primer lugar dar una vuelta por Philipsburg para descubrir la capital y después pasaremos el resto de la mañana en Maho Beach.
Otra peculiaridad de la isla es que se pueden hacer compras libres de impuestos, aunque eso no quiere decir que los artículos sean especialmente baratos. Aún así, al parecer la parte neerlandesa es la ideal para las compras porque es más económica que la francesa. Ya en la terminal de cruceros te encuentas una especie de centro comercial con numerosas tiendas, el Harbour Pointe Village – Duty Free World, así como también ahí está la Oficina de Turismo.
Nosotros nos acercamos para hacernos con un mapa y preguntar cómo llegar a Philipsburg que queda algo retirado del puerto donde atracan los grandes barcos de crucero.
También en la términal hay un enorme cartel de excursiones que se pueden hacer por la isla en taxi. Nosotros tenemos muy claro lo que queremos hacer y no tenemos ganas de meternos en un taxi y pasar toda la mañana haciendo pequeñas paradas como hicimos en Barbados o en Dominica.
Pero si a alguno le interesa, hay excursiones panorámicas en taxi colectivo para ver la isla (parte neerlandesa y francesa) con paradas en puntos claves como Maho Beach y alguna otra playa a partir de 25 dólares por persona (en 2015).
Para llegar al centro de Philipsburg hay que bordear la Great Bay. Hay dos opciones para llega: por tierra (en taxis, que son minibuses), o por mar, (en water taxi -lancha rápida-).
Nosotros nos acercamos a la parada de los water taxi para tomar uno que te acerca en pocos minutos hasta A.C. Wathley pier, situado casi en el centro de Philipsburg. Hay billetes de ida que cuestan 5$ y otros que por 7$ (precios en 2015) puedes montar todas las veces que quieras.
Qué ver en Philipsburg
Al bajar del water taxi fuimos hacia Front Street, que es la calle principal de la ciudad. Está repleta de tiendas, sobre todo joyerías, tiendas de electrónica y perfumerías. Philipsburg tiene un trazado como una cuadrícula. Y Front Street va paralela al malecón y la playa.
Además de las tiendas, en esta misma calle nos encontramos con la iglesia católica de San Martín de Tours. Entramos dentro a curiosear. Es una iglesia no muy grande.
Seguimos andando hasta llegar a Court House, el edificio principal de la capital que fue construido en 1793, y que en la actualidad es el Palacio de Justicia. Está construído en madera y está pintado en blanco y verde. Este edificio fue la casa de John Philips, el fundador de la ciudad, así como también se llegó a usar como oficina de correos y de prisión. Una cosa curiosa es que en lo alto del edificio hay una piña coronándolo, que creo que es un símbolo de bienvenida.
Detrás del Court House está el Mercado, con puestecillos sobre todo de artesanías y la iglesia baptista del Nuevo Testamento, pero no entramos en ella.
A lo largo de Front Street hay casas coloniales de alegres colores y con balconadas, muy del estilo de las que hemos ido viendo en otras islas durante el crucero. Entre los souvenirs que se pueden comprar en el mercado hay matrículas de coche que recuerdan a las que hemos podido ver en Nueva York o en Puerto Rico.
Después de visitar el centro de Philipsburg, decidimos irnos ya hacia Maho Beach. Para ello, cogemos un minibus junto al Mercado. Por 2$ por persona (los niños pequeños no pagan), nos llevó en tres cuartos de hora hasta nuestro destino. La playa no es que esté lejos de Philipsburg, pero el tráfico es horrible y además, el autobús va haciendo muchas paradas recogiendo y soltando gente. La verdad es que las paradas no están ni señalizadas. Cuando alguien quiere bajarse, avisa al conductor y para.
Qué ver y hacer en Maho Beach
Maho Beach es conocida por ser la única playa que está junto a un aeropuerto, el Aeropuerto Internacional Princesa Juliana. La pista de aterrizaje y despegue está pegando a la playa. Tan solo una pequeña valla y una pequeña carretera de dos carriles separan Maho Beach del aeropuerto.
Cuando llegamos nosotros eran poco después de las 10.00 horas, por lo que todavía no había mucha gente y pudimos poner las toallas donde quisimos para disfrutar de un día de playa… y ¡aviones! La arena es finita y blanca y el agua es cristalina, de color azul turquesa… Es la típica estampa de playa caribeña que todos podemos tener en la cabeza si no fuera por el aeropuerto.
Poco a poco comenzó a llenarse la playa de gente de varios cruceros. ¿Qué por qué sé que eran de varios cruceros? Porque en los barcos te dejan bajarte unas toallas para hacer las excursiones. Y cada barco tiene sus toallas de un color. Así que poco a poco la playa se fue llenando de toallas de diferentes cruceros.
Estábamos dando un baño tan tranquilos cuando de pronto sonó un gran estruendo y apareció el primer “pájaro” gigante dispuesto a aterrizar en el Princesa Juliana. Estuvimos toda la mañana en la que pudimos ver aviones de todos los tamaños. El aeropuerto no es que tenga mucho tráfico aéreo, pero más o menos cada 10 minutos aparece un avión.
Ni falta decir que los más esperados y los que más impresionan son los grandes, los boeings que hacen vuelos transoceánicos. Pero además de aterrizar, también alguno que otro despega… aunque eso suele causar menos expectación porque no lo ves venir desde lejos como cuando llegan para aterrizar.
Cuando pasa un avión el ruido suele ser ensordecedor y hay grandes ráfagas de viento provocado por las turbinas. Es una experiencia divertida y curiosa. Aunque hay turistas que se arriesgan demasiado y alguna vez ha habido algún accidente porque se arriman a la valla para “vivir” la fuerza de las turbinas y ser arrastrados unos metros. De hecho hay varios carteles que advierten del peligro de acercarse al aeropuerto en ese punto.
Ya a mediodía decidimos poner punto final a la experiencia en Maho Beach y cogimos un bus público para retornar a Philipsburg. Como no hay paradas, volvimos al punto en el que nos había dejado el bus que nos trajo con la esperanza de ver aparecer otro que nos llevara de vuelta.
Por suerte, no tardó mucho en aparecer uno. Aunque si no hubiera aparecido, tampoco habría problemas para volver porque en la playa hay muchos taxis que te ofrecen llevarte al barco (aunque es bastante más caro… creo que un taxista nos pidió 40$ por regresar al crucero).
Antes de volver al puerto, dimos una pequeña vuelta por Philipsburg para comprar algún recuerdo de nuestro paso por la isla. Cuando fuimos a la parada de water taxis había dos colas inmensas de gente esperando también para regresar al puerto. Eran más de las 15.30 horas y temíamos perder el barco porque salía a las 16.30 horas y no esperan a nadie. ¡Menos mal que los water taxis pasan frecuentemente! En esos momentos había dos water taxi haciendo los trayectos continuamente. Al llegar al barco, también había una cola enorme, pero conseguimos entrar a tiempo.
Aquella noche era la última en el barco, así que hubo cena de despedida. Al día siguiente, el barco atracaría temprano en San Juan de Puerto Rico y deberíamos desembarcar hacia las 8.00 horas. Llegaba a su fin nuestro crucero en familia por las Antillas.
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[su_button url=”https://flic.kr/s/aHskwA3AHL/” background=”#22c5b8″ icon=”icon: camera”]Fotos de Siint Maarten[/su_button]
Me acuerdo de haber visto algún que otro documental sobre la playa y el aeropuerto. Tremendo!
Tiene que ser curioso estar tomando el sol y, de repente, que te aterrice un avión casi en la cabeza 😀
Es muy curioso!! La verdad es que no es algo que puedas ver en cualquier parte! jejeje Y aunque no somos muy amigos de la playa, está nos encantó por los aviones!
¡Me encanta la playa de los aviones! de hecho habia visto fotos sobre ella y me pensaba que era un poco montaje…. Yo alli disfrutaria como tu niña…me lo apunto para cuando este por la zona, saludos!
No es ningún montaje!! Es real! Y es muy curioso!! No solo la niña disfrutó como una enana! El padre no se quedó atrás! jajajaja No había quien sacara a los dos de la playa! Por poco perdemos el barco! jijiji